Este domingo celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. Los Evangelios nos presentan una escena maravillosa: Jesús es bautizado por Juan el Bautista, y el Espíritu Santo desciende sobre él en forma de paloma, y se oye la voz de Dios Padre que proclama: “Tú eres mi Hijo amado; contigo estoy muy complacido.“
Al celebrar esta fiesta, tenemos más que una mera conmemoración de un evento pasado. También tenemos un recordatorio de nuestro propio bautismo. Cuando fuimos bautizados, no se vio una paloma y no se oyó la voz de Dios Padre; pero el Espíritu Santo vino sobre nosotros y nos convertimos en hijos amados de Dios. Esta es la gloriosa realidad de nuestro bautismo. “Mira el amor que nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios. Sin embargo, así somos.“ (1 Juan 3: 1)
Al regocijarnos como hijos amados de Dios, nos damos cuenta de que somos abundantemente bendecidos. Sigamos atesorando la vida de gracia que nos llega a través de los sacramentos, y usemos las bendiciones de Dios para su gloria y el bien de todos sus hijos.
Con Agradecimiento,
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