En varias ocasiones los evangelios nos narran que Marta y su hermana María, junto con su hermano Lázaro, eran buenos amigos de Jesús. En una ocasión, Jesús los visito y Marta estaba ocupada con los quehaceres de la casa, mientras que María se sentaba a los pies del Señor y lo escuchaba hablar. Cuando Marta se quejó con Jesús de que María no le estaba ayudando con el trabajo, Jesús respondió defendiendo a María, quien (en sus palabras) había “elegido la mejor parte”.
Jesús no le dijo a Marta que dejara de trabajar, pero nos enseñó el grado de prioridad que el trabajo debe tener en comparación con la oración (que es como nos sentamos a los pies del Señor). Su prioridad relativa está implícita en una declaración de San Juan Pablo II: “Puede ser un peligro constante para los ministros de la iglesia involucrarse tanto en el trabajo para el Señor, y olvidar al Señor en todo trabajo”. En la oración, tenemos presente al Señor de todo trabajo. Recibimos de él la fuerza y la luz que necesitamos para que nuestro trabajo sea fructífero.
Tal vez tendemos a ser más como Marta o más como María, pero estamos llamados a buscar el término medio en nuestras vidas entre estas dos tendencias. Sigamos trabajando para el Señor, sin olvidar nunca al Señor de todo trabajo.
Con Agradecimiento,
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