Durante las liturgias del Domingo de Ramos y del Viernes Santo, la asamblea tiene la oportunidad de ayudar a proclamar el Evangelio. Quizás esto se sienta extraño al repetir las palabras de la multitud, pidiendo la crucifixión de Cristo. Ciertamente no queremos que Jesús sufra.
Nuestra participación en este Evangelio es una invitación para tomar personalmente la Pasión de Cristo. Una forma de hacer esto es examinarnos a la luz del Evangelio y discernir a qué personajes de la narración del Evangelio nos parecemos más. ¿Somos como Pedro, que habló con entusiasmo acerca de ser fiel a Cristo, pero luego lo abandonó cuando las cosas se pusieron difíciles? ¿Somos como Judas, que cambió su fidelidad a Cristo por lo material? ¿Somos como Pilato, que trató de lavarse las manos para librarse de responsabilidad por sus acciones? ¿Somos como la multitud, que fácilmente se desvía de alabar a Cristo para después condenarlo? ¿Somos como Simón de Cirene, que llevó la cruz solo porque tenía que hacerlo?
La lista de personajes podría continuar. Ojalá seamos como el Apóstol Juan y la Virgen María, que permanecieron con Jesús hasta el final. Ojalá imitemos al mismo Jesús, como perdonó a sus verdugos desde la cruz. Tomar la Pasión de Cristo personalmente significa que reconocemos nuestra llamada a imitar al Señor y a los que están más cerca de él.
Tomar la Pasión de Cristo personalmente significa también que recordamos que Jesús sufrió y murió por cada uno de nosotros. Su amor redentor por nosotros es tan grande que dio su vida, y luego la retomó, por cada uno de nosotros. ¡Cuán bendecidos somos de ser amados tanto! Agradecidos acompañamos al Señor a lo largo de esta Semana Santa.
Con Agradecimiento,
Gratefully yours,
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